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jueves, 20 de febrero de 2014

Desigualdades

Pedro M. Cardoso 
en Jornal Terras da Beira
Traducción Alegría Alonso 


El tema de la desigualdad es central a la hora de analizar y debatir nuestra organización social y económica. 
Ha sido un tema clave en el debate político, económico e ideológico de los últimos 150 años. 
Se han llevado a cabo muchos debates, reuniones, proyectos políticos, revoluciones y se ha derramado mucha sangre en nombre  de una mayor igualdad entre todos. 
De hecho, es una causa popular, apoyada por muchos y no es algo común escuchar a alguien defender las desigualdades de manera abierta y pública. 


En Portugal la Revolución de abril 1974 también estuvo guiada por el ideal de la igualdad y todos los partidos políticos abogaban por la lucha contra la desigualdad como uno de sus objetivos. Más incluso, excepto el Partido del Centro Democrático Social (CDS), las demás formaciones, incluido el Partido Popular Democrático - Partido Social Demócrata (PPD - PSD), defendían inicialmente en  sus programas políticos la construcción del socialismo. 

Sin embargo, pese a las innegables mejoras en las condiciones de vida de muchos portugueses, podemos decir, pasados 40 años, que fue un fracaso político la construcción de una sociedad más igualitaria. 
Portugal sigue siendo uno de los países más desiguales del llamado mundo "desarrollado". ¿Por qué no se consiguieron mejores resultados en una causa (igualdad) que contaba con tanto apoyo?  ¿El discurso no se acompasó con la acción? ¿Intereses creados que dominan la voluntad democrática? 
Claro que la situación global no es mejor. Datos recientemente hechos públicos nos muestran que la mitad de la riqueza del planeta está en manos de un 1% de sus habitantes. 
Según la  ONG Oxfam los ingresos anuales de las 100 personas más ricas serían 4 veces suficientes para poner fin la pobreza global. La 85 más ricos del mundo poseen una fortuna equivalente a 3,5 mil millones de personas que conforman la mitad más pobre del mundo. En países como China, Estados Unidos y Portugal, la fortuna de los más ricos se ha más que duplicado en los últimos 30 años.

El "Informe de Riqueza Mundial 2013", divulgado por la consultora Wealth X y por el banco suizo UBS revela que el número de multimillonarios en Portugal (con fortunas superiores a 25 millones de euros) aumentó un 10,8 %, pasando de 785 en 2012 a 870 personas en 2013. Y el montante de sus activos también creció el 11,1%, pasando de 67 a 75 mil millones de euros. En ambos indicadores por encima de la media europea. Esto en un país que vive una recesión económica, con frecuentes recortes en salarios, pensiones y servicios públicos y, con la tasa de desempleo en máximos históricos.

Muchos políticos y comentaristas al servicio del orden establecido opinan que cuántos más millonarios haya, mejor, porque son ellos quienes crean puestos de trabajo. Pero ¿la realidad confirma esta tesis? Son los mismos que dicen que es bueno alejar  al  estado de la economía y que éste debe limitarse a las funciones de la soberanía (Justicia, Seguridad Pública, Defensa Nacional) para que los agentes económicos privados puedan crear libremente riqueza y empleo. 
Y que antes de hablar de redistribución de la riqueza tenemos que hablar de su creación y de  crecimiento económico (este discurso aparece a menudo asociado a la propuesta de reducir los impuestos a los más ricos), como si el hecho de que las personas tengan mejores salarios no tuviera influencia en el crecimiento económico. 
Hoy en día es cada vez más evidente que en un sistema económico capitalista, sobre todo no regulado, el pastel del crecimiento económico queda en manos de una pequeña minoría. La mayoría no recibe más que migajas, como mucho una o dos rebanadas. El sistema genera personas cada vez más ricas y otras cada vez más pobres. ¿Y cómo queda el Estado en esta historia? Se queda con un incremento de gastos para apoyar a los pobres y a los desempleados y tiene que endeudarse ante los que son más ricos (muchos de ellos con el dinero guardado en paraísos fiscales), que de este modo se hacen aún más ricos y poderosos.


Las desigualdades son ética y socialmente injustas. ¿Alguien cree que los banqueros o los administradores de las sociedades que cotizan en bolsa trabajan para merecer los salarios que reciben? Pero amenazan también la estabilidad social y la democracia. 
No es posible tener una democracia sana cuando existen semejantes desigualdades sociales. Por eso apoyo la propuesta que el Profesor Gustavo Cardoso publicó el 24 de enero de 2014 en el periódico Publico, de establecer por  ley el  máximo de desigualdad que estamos dispuestos a aceptar en Portugal y en Europa, una verdadera "regla de oro " que debería cumplir todos los gobiernos, con independencia del color del partido.


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